Colombia
sur
El salto de Tequendama era el viaje obligado para las familias bogotanas. Lo conocí muy pequeña de la mano de mis padres, junto a mis hermanos en medio de un espesa niebla. Mi hermana Claudia preguntaba con su vocecita ¿Porqué se cayeron las nubes? y surgian las historias de la tradición oral de los muiscas o chibchas. Cuenta la leyenda que de oriente llego un ser sabio y luminoso a las tierras de la sabana de Bogotá. Lo llamaron Bochica. Era alto, de barba larga, blanca y poblada, vestido de túnica y maestro para los indios chibchas. Les enseñó agricultura, a tejer algodón y fabricar sus ropajes y un código de convivencia humano y justo. Cuando ocurrió la inundación, tal vez el diluvio, las aguas del rio Funza o Bogotá se desbordaron y cubrieron las tierras de labranza y los asentamienos. Los muiscas llamaron a Bochica quien se paró en medio de las aguas represadas y con su bastón golpeó las rocas. Se abrió un espacio entre ellas por donde saltaron las aguas y nació el salto del Tequendama del Río Bogotá.
Muchos exploradores documentaron su paso por el Tequendama entre ellos Alejandro Humboldt, quien en 1801 describe minuciosamente las mediciones de altura, humedad, fauna y flora del lugar.
Regresé en los años ochenta al Salto y casi lloro cuando vi las aguas negras y sentí el olor nauseabundo del lugar. Felizmente en Mayo del 2015, Tatiana, la esposa rusa de mi sobrino nos invitó a pasear por el lugar. Salimos via Soacha y en una hora y media habíamos recorrido los 42 kilómetros entre Bogotá y el Salto.
Hay lugar para estacionar al frente para pocos automóviles y tres puestos de venta de cafe, agua, caldo de costillas, arepas y fritanga.
La mejor opción es ingresar a la casa museo en recuperación por la Fundación Granja Ecológica El Porvenir . Desde hace unos años se inició la recuperación de esta mansión de estilo frances adosada al precipio. Fue construida por el arquitecto Carlos Arturo Tapías en 1920 y ha sido oficina del ferrocarril, hotel y restaurante entre otros usos. La entrada es supereconómica y contribuye a financiar el proceso de restauración del inmueble.
Entramos por la ventana y con cuidado fuimos recorriendo un planta interna y bajamos hasta la terraza de observación para observar el salto.
Seguimos al pie de la letra las instrucciones de la guía, una ecológica de corazón y vocación quién nos habló sobre el Río Bogota. En las paredes superiores de la casa museo está dibujado curso del río desde su nacimiento hasta su desembocadura en el Rio Magdalena. Son 375 kilómetros de recorrido desde el páramo hasta las tierras bajas. Cada tramo del rio está señalizado por un color que indica el grado de contaminación. Nace pristino y cuando entra y sale de Bogotá, el tramo esta en color negro. Nosotros los más de 7 millones ciudadanos, los demás habitantes de pueblos, los industriales de curtiembres, otras fábricas y negocios depositamos sin compasión ni remordimiento alguno todas las aguas residuales. Si las aguas negras, esas que salen de cada casa, apartamento, escuela, hospital, fábrica, negocio grande o pequeño que solamente son tratadas por la Planta Tratamiento de El Salitre. Volvamos a la terraza de observación a ver el Salto.
Había mucha neblina pero el viento fue llevandose las nubes y el sol salió iluminando el salto de 150 metros de caida. Nos recomendaron no pasar las cintas amarillas en los bordes pues la vegetación que se observa crece en los muros verticales y un mal paso es mortal.
Observamos las plantas, las flores, los colibries, nos tomamos fotos, no vimos fantasmas, ni suicidas, y me reconcilié con ese lugar de arco iris eternos por donde un día se fue el señor Bochica.
Follow my blog with Bloglovin
Volver al Salto Tequendama
21/6/15
Salto de Tequendama en Mayo 2015 |
Muchos exploradores documentaron su paso por el Tequendama entre ellos Alejandro Humboldt, quien en 1801 describe minuciosamente las mediciones de altura, humedad, fauna y flora del lugar.
Regresé en los años ochenta al Salto y casi lloro cuando vi las aguas negras y sentí el olor nauseabundo del lugar. Felizmente en Mayo del 2015, Tatiana, la esposa rusa de mi sobrino nos invitó a pasear por el lugar. Salimos via Soacha y en una hora y media habíamos recorrido los 42 kilómetros entre Bogotá y el Salto.
Hay lugar para estacionar al frente para pocos automóviles y tres puestos de venta de cafe, agua, caldo de costillas, arepas y fritanga.
Por ahora se entra a la casa museo por la ventana. |
La restauración ya lleva unos años. |
Es peligroso pasar las cintas amarillas. |
Turista en la terraza de observación |
La flor preferida por los colibiríes del lugar. |
La flor de la enredadera del curubo. |
Observamos las plantas, las flores, los colibries, nos tomamos fotos, no vimos fantasmas, ni suicidas, y me reconcilié con ese lugar de arco iris eternos por donde un día se fue el señor Bochica.
Cuando sale el sol se pueden tomar buenas fotos del Salto del Tequendama |
No es un fantasma, el encargado de los trabajos de restauración. |
Suscribirse a:
Entradas (Atom)