Praia Da Oura: sol, playa, buenos hoteles en Albufeira en Algarve al, sur de Portugal |
Disfrutando del viento, el sol, el mar y la arena al sur de Portugal |
Apartamentos y hotel Golden Beach en Praia Da Oura en Albufeira, Algarve, Portugal |
Era mi primera visita a Portugal. Las chicas eligieron playa por eso fuimos a Algarve al sur de Portugal en septiembre. Llegamos a Albufeira en autobus desde Sevilla en un trayecto de cuatro horas. Miraba por la ventana buscando descubrir el alma de Portugal, ¿Qué lo hace diferente a España al cruzar la frontera? pero Portugal es parte de la zona de Schengen y no hay controles migratorios entre los países firmantes del acuerdo. Además es muy vanidoso pensar en descubrir la esencia de un país mirando por la ventana de un vehículo. Hay que sumergirse en sus calles, conversar con la gente, degustar sus comidas, sus vinos, escuchar su música, visitar los sitios sagrados para ellos con respeto y disfrutar con tiempo de los placeres cotidianos de esa población.
Era el medio día cuando llegamos en taxi desde la estación del bus a Praia Da Oura cerca de Albuferia. El hotel estaba cerrado a esa hora y nos fuimos con las maletas a comer en los restaurantes de la playa, ahí a pocos metros bajando. Con tan solo ver el menu me di cuenta que era un lugar muy frecuentado por turistas alemanes. Había salchichas alemanas, pizza, sardinas portuguesas, mariscos y bacalao.
En el hotel Golden Beach al registrarnos nos dieron la buenamala noticia que la habitación reservada había tenido problemas de plomería y nos dieron a cambio un villa por el mismo precio. Alegres fuimos a conocer nuestra casa: blanca, espaciosa, con las habitaciones en el primer piso y con la cocina, el comedor y el balcón en el segundo piso. Y nos fuimos de playa.
Caminamos por Praia Da Oura, alquilamos tumbomas para tomar el sol. Camila y Alison volaron por el aire en parapente o algo parecido. Vimos turistas blanquísimos enrojecidos de tanto sol, familias, parejas y niños. Fuimos de compras, la ropa más económica que en España, entramos a un pequeño mercado y nos abastecimos con el vino verde de Portugal y unos mazos de naipes. Disfrutamos de la piscina, del desayuno con pasteles de belem recién hechos en la panadería y en la noche nos instalamos en la terraza frente al Atlántico a jugar canasta. La luna llena se acomodó a la izquierda de nuestro campo visual y fue andando como la noche y la partida de cartas. Al final de la botella de vino verde y del juego de canasta, la luna desaparecía por la derecha dando paso al amanecer. Comenzamos a amar a Portugal.
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