Los habitantes de Caracas amamos el mar. Los fines de semana, los días feriados, las vacaciones o cualquier día de la semana salimos buscando el aire marino, las playas, el pescado frito, el bronceado, las olas, los deportes acuáticos, la pesca y la compañía de la familia y los amigos. 
Este fin de semana nos fuimos a Río Chico, en Barlovento. Queda más o menos a hora y media saliendo de Caracas. Decidimos con mi amiga Yuraima hacerlo todo diferente. Nos paramos en el pueblo a comprar vegetales, frutas y jugos naturales y nos propusimos madrugar a comprar pescado y langostinos.
Mañaneando tomamos rumbo a la Laguna de Tacarigua donde se practica la pesca artesanal pues es un Parque Nacional.
 Nos desayunamos con una suculenta y espléndida empanada de camarones en la vía a Belén. La señora que hace las empanadas  nos dio generosamente la receta de la salsa verde para acompañar los camarones.
Llegamos a la orilla de la Laguna de Tacarigua y compramos un róbalo fresco que nos filetearon y unos enormes langostinos. Los precios: un tercio del costo en Caracas pero lo más valioso fue la elección del pescado fresco recién salido de una  atarraya.

Los pescadores estaban atarrayando, pescando con cordeles, con los motores de  las lanchas apagados o a baja velocidad para no espantar a los peces.

Los lugareños nos contaron que hay un sitio muy lindo al otro lado de la Laguna: Tortuga Lodge. Se llega en lancha y se sale de ahí mismo, del pequeño embarcadero de INPARQUEShttp://www.inparques.gob.ve/.
Al otro día volvimos con una pareja amiga y nos embarcamos los 4 por tan sólo 200 bolívares ida y vuelta a Tortuga Lodge.
Cruzamos esa Laguna mansa en un día espléndido. El joven lanchero nos llevó entre los manglares a los lugares donde están los flamingos jóvenes aún grises y los que ya se han puesto rosadosalmón , las garzas negras, blancas, las corocoras coloradas, los cangrejos azules, los rosados pequeños como flores y nos señaló un pequeño caimán que no vimos por andar mirando tanta belleza.

Nos dejó en el muelle de Tortuga Lodge y convinimos la hora de regreso.  Llegamos a la playa, conseguimos un  confortable lugar a la sombra y nos quedamos asombrados ante tanta playa, tan poca gente, sin ruido de equipos de sonido, ni vendedores ambulantes. Recorrimos la playa, nos bañamos en el mar calmo y tibio, comimos pescado con vino blanco frio en el restaurante, nos volvimos a echar los cuentos de la vida, nos actualizamos, nos llenamos de protector solar, el sol nos bronceo y nos sentimos felices de ser amigos por tantos años. Llegó la hora del regreso pero prometimos quedarnos algún día ahí, en las cabañas que alquila INPARQUES, y llegarnos a las 4 de la mañana hasta la orilla a ver desovar a las tortugas.