El viaje en globo en Capadocia

No me gustan las alturas, prefiero andar descalza pisando la grama, la arena y sentir que piso firme pero para viajar voy en avión y esta vez en globo. Fue una experiencia agradable y única. En el hotel nos hicieron los arreglos para el viaje y nos buscaron muy tempranito cerca de las 6 de la mañana. Nos llevaron a unos cuantos kilómetros a la oficina de la empresa donde se habían reunido varias turistas de diferentes nacionalidades para montar en globo. Hacía mucho frío afuera y nos ofrecieron bebidas calientes, pastelitos y frutas secas para desayunar.  Nos agruparon por nacionalidades o idiomas, los japoneses, los alemanes, los franceses, los de habla inglesa y ahí entramos. Nos llevaron en camionetas al campo de despegue y observamos como se iban alzando vuelos algunos y el nuestro estaba en proceso de llenado de gas. Podías oir el sonido de la llama cuando le inyectaban el gas e iba calentando el aire y el globo se iba inflando poco a poco. Cuando estaba listo, bajaron varios cilindros del gas y quedaron sólo dos o cuatro a bordo de la canasta donde comenzamos a subir para despegar. La cesta dividida en cuatro sectores tenía capacidad de llevar veinte pasajeros más el capitan en el centro del globo. Cuatro hombres soltaron las amarras de tierra, el capitán nos fue dando instrucciones acerca del aterrizaje e ibamos elevandonos  calma y suavidad. Se escuchaba sólo el sonido de la llama para mantener el aire caliente. El globo tenía varios equipos para medir la altura, la temperatura, radio para comunicarse con la gente de tierra, localizador gps y todos los varones preguntando detalles técnicos, la altura, la dirección de los vientos...Rozabamos las montañas excavadas por el hombre para vivir o para almanenar cosas, observamos ese paisaje casi lunar cuando el capitán nos avisó que el sol estaba próximo a salir.  Fue un momento mágico, el sol saliendo poco a poco iluminando la tierra, los otros globos, nosotros flotando tranquilamente y subiendo. Llegamos a los 500 metros de altura y la hora de viaje llegaba a su final. Veíamos como los demás globos aterrizaban y como nos acercabamosa un campo de calabazas y los transportes llegaban al lugar.







Nos dieron la orden de aterrizar y nos sujetamos de unas amarras o anillas y nos colocamos en cuclillas dentro de la canasta, tocamos tierra y nos volvimos a elevar un poquito para colocarnos encima del camión que se llevaría la canasta con el globo desinflado. Eso impresiona, la exactitud del aterrizaje, la pericia del piloto, el viaje sin sobresaltos antes de la turbulencia que comienza después de las 8 de la mañana, el cielo azul sin una nube en Octubre, la organización y la amabilidad de los lugareños.
Cuando bajamos de la canasta nos esperaba el capitán con un brindis con un vino espumante de la región y con un diploma con el nombre de cada uno de nosotros. Mi hija muy orgullosa de mi pues me porté como una valiente. Ni abrí la boca, sólo tomé fotos y fotos y cuando sentí que ya era suficiente de estar vagando por los aires comencé a desear el descenso y me distraje viendo como se acercaban las camionetas al buscarnos al campo de calabazas.