La Mezquita Azul



El distrito de Sultanahmet, barrio antiguo o ciudad vieja, lleva al nombre del Sultán Ahmet(1603-1617) quién reinó durante 14 años desde la tierna edad de 14 años hasta su muerte a los 28 años. Este sultán fue el número 14 y mandó a construir la Mezquita Azul con seis minaretes, la más grande y fastuosa de Estambul.
Antes de entrar a la mezquita hay que quitarse los zapatos. Hay sitios para guardarlos o te proveen de bolsas plásticas para que los lleves contigo durante la permanencia en el interior de la mezquita. Se pueden observar personas vestidas a la usanza musulmana, turca y occidental. El acceso es restringido durante los rezos y se debe utilizar ropa adecuada para entrar: pantalones largos, cabeza cubierta las mujeres.




Una vez adentro te impresionan las grandes dimensiones. Todo es inmenso, los techos, las lámparas, las alfombras, y los detalles son hermosos. El islam no permite la representación de la figura humana para no distraer la atención de los fieles, así que a falta de imágenes, esculturas y música en los sitios religiosos, desarrollaron detalles como los cubrimientos de techos y paredes con mosaicos, finas maderas trabajadas laboriosamente en forma de flores, grandes ventanales de vidrios de colores, columnas, tallas de piedra y madera y alfarería. La Mezquita Azul lleva este nombre por los 21.043 azulejos utilizados en su construcción confeccionados en los talleres del palacio del Sultán. La parte superior de la mezquita y las cúpulas llevan ese color azul y verde.

En el espacio central rezan los hombres y las mujeres tienen sus salitas protegidas por celajes en la parte posterior. Mi hija, Camila, fisioterapeuta de oficio observaba concentrada en la agilidad de los hombres al arrodillarse y levantarse para rezar. Me comentó que era casi imposible que un hombre normalito de esa edad, que no fuese musulmán, tuviera esa agilidad y equilibrio. Yo miraba curiosa a las familias, especialmente a las mujeres algunas sentadas en el suelo como nosotras. Esperaban con los niños y de vez en cuando un chiquillo se escapaba a la zona de los varones y corría libre sin que su madre o hermanas pudieran detenerlo. Puedes quedarte horas dentro de la mezquita viendo la arquitectura, los detalles, sintiendo el olor a multitud, el silencio, la penumbra o el cambio de la luz a través de los cristales de colores, viendo a los turistas, o puedes tomar tomar fotos, filmar o simplemente dejarte llevar y orar también.