Antes de ir a Turquía
Mi hija vive y trabaja en Nueva York y yo en Caracas. Una de esas noches de habladas largas por teléfono, pensamos en la posibilidad de hacer un viaje juntas. Me visitaba en ese momento una amiga francesa que había estado trabajando en Turquía en la misión comercial de Francia y me sugirió Turquía como destino. Me dio poderosas razones: es económica, segura, diferente, variada, la gente tiene el don de la hospitalidad y puedes hacer todas las reservas por internet. Le sugerí a mi hija, Turquía y aceptó.

La elección de los hoteles
Comenzamos, ella por su lado y yo por el mío, la investigación en Internet. Elegimos dos destinos: Estambul y Capadocia. Decidimos volar por la Aerolíneas Turkish Airlines hasta Estambul y a Kayseri en Capadocia. Las ofertas son razonables en Octubre, el clima espectacular al comienzo de otoño, con sol, calor en el día y fresco en la noche, pocas lluvias y con menos turistas que en el verano.
Me gusta viajar y quedarme en hoteles pequeños, limpios, cerca del centro, de los mercados, del transporte público, con comida regional antes que los grandes hoteles o resorts.
Ya comenzaba la aventura con la elección del hospedaje. Efectivamente la oferta de hoteles en Estambul es amplia, variada y precisa. Se puede saber dónde queda el hotel, cuánto cuesta, qué servicios están incluidos, testimonios de huéspedes, fotos, mapa, facilidades de pago, cómo llegar, cerca de que sitios de interés está ubicado, medios de trasporte públicos y cómo contactarlo. Usted puede elegir según su presupuesto desde grandes hoteles de cinco estrellas ubicados en el centro y en la periferia de Estambul o pequeños hoteles en la misma zona. Queríamos un hotel cerca de la calle Istiklal en Estambul y comenzamos a conocer la ciudad a través de los mapas de Google. Elegimos una habitación con dos camas y baño en el Hotel Grand Seref con un precio promedio de 19 euros por persona- noche sin desayuno.

Continuamos buscando hoteles en Capadocia y sabiendo que íbamos a llegar al aeropuerto de Kaysery elegimos un hotel cueva. Sí, Anatolia, donde queda la zona de Capadocia, se caracteriza por sus cuevas-casas construidas o mejor excavadas en las sedimentaciones de rocas de origen volcánico. Nos fijamos en uno que permitía elegir la habitación, tenía piscina, un haman(baño turco), servicio de transporte del aeropuerto al hotel, visitas guiadas por el valle, desayuno incluido, reserva de viajes en los globos (una de las actividades en Capadocia) y si pagábamos en efectivo nos daban un descuento del 10% y si contratábamos con ellos el viaje en globo, una de las idas al aeropuerto salía gratis. Reservamos la habitación número 20 del Kelebek Cave Hotel en Goreme. El costo: 55 euros la habitación por noche incluyendo el desayuno para dos personas.

El vuelo
Volamos en los primeros días de octubre desde Nueva York en las Aerolíneas Turcas o Turkish Airlines directo hasta Estambul. Al entrar en el avión ya estábamos en Turquía. Butacas forradas de bellas telas azul turquesa, almohadas y cobijas suficientes. El personal de abordo amable, las tres comidas exquisitas, servidas en platos de cerámica y con cubiertos de metal y todos los entretenimientos de los viajes largos, televisor individual con música, películas, videos y el mapa de la ruta que va siguiendo el avión. Esa fue la causa de mi desvelo seguir paso a paso por donde estábamos volando. En las rutas marcadas en los mapas de las revistas y la web observé que entre Nueva York y Estambul había una línea recta y como es la manera más directa de unir dos puntos, (eso me enseñaron en matemáticas), pensé volaríamos sobre el Atlántico en línea recta a Estambul durante las 9 horas del viaje de ida. Nada de eso, el avión subió a Canadá, pasó por la costa de Labrador, siguió a Groenlandia, a Islandia, ¡Dios mío! pensaba yo, y de la emoción me espabilé y quede completamente despierta con la certeza de estar en el cielo cerca del Polo Norte volando a medianoche. El avión siguió sobre el norte de Escocia, Holanda, Alemania, República Checa, Slovakia, Hungría, Rumania, Bulgaria y finalmente Turquía. Entre sueños y mapa de ruta iba leyendo el libro de Orhan Pamuk “Estambul” sus memorias de la niñez y adolescencia en esa ciudad a comienzos de los años cincuenta. Como todo en la vida, se trata de elecciones. Yo elegí seguir la ruta del avión, leer y desvelarme. Mi hija durmió a ratos y a veces me comentaba que tenía una amiga que era nativa del pueblo sobre el cual estábamos volando y mi vecina, una anciana turca, comió las tres veces, y durmió plácidamente hasta el aterrizaje.